lunes, 15 de enero de 2018

EBOOK: Historia de la filosofía griega (Los presocráticos) De Luciano de Crescenzo

Libro: Historia de la filosofía griega  (Los presocráticos)
Autor: LUCIANO DE CRESCENZO

En la siguiente dirección esta el libro:

Enlace: http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Crescenzo,Luciano,Los%20Presocraticos.pdf



Capitulo I
LOS SIETE SABIOS

Los Siete Sabios eran veintidós y concretamente: Tales, Pitaco, Bías, Solón, Cleóbulo,
Quilón, Periandro, Misón, Aristodemo, Epiménides, Leofanto, Pitágoras, Anacarsis, Epicarmo,
Acusilao, Orfeo, Pisístrato, Ferécides, Hermioneo, Laso, Pánfilo y Anaxágoras.



La cosa no nos tiene que asombrar tanto: los Sabios referidos por los textos sagrados son así
de numerosos por culpa de los historiadores de la filosofía, que no consiguieron ponerse de
acuerdo con los nombres, o mejor dicho, se pusieron de acuerdo sólo con los cuatro primeros, o
sea con Tales, Pitaco, Bías y Solón (que por esta razón deberían ser considerados los titulares de
la selección nacional de los filósofos), mientras que, para las otras tres «camisetas», escogían de
un «banquillo» de dieciocho reservas. Por otra parte, había siempre quien, al confeccionar estas
listas, aprovechaba la ocasión y metía a un amigo, o directamente al personaje político más en
boga en ese momento, como si yo ahora, teniendo que hacer una lista de los Siete Sabios,
metiera en ella por adulación al honorable Craxi.

Bromas aparte, creo que he conocido verdaderamente a un Sabio. Se llamaba Alfonso, o
mejor don Alfonso, y era el gerente de una sala de billar en Fuorigrotta. Ante todo era un
hombre que poseía el físico adecuado: edad avanzada, barba, pelo blanco y «silenciosidad». No
hablaba nunca y, cuando lo hacía, era de muy pocas palabras: frío, conciso e inapelable. Cada
vez que los jugadores le llamaban para establecer de quién era el punto, él se acercaba al billar,
miraba las bolas jugadas como si ya las hubiese visto en esa misma posición otras veces, y decía
«blanco» o «rojo», así de sencillo, sin añadir nada más. Me dirás: ¿Pero tú cómo puedes decir
que era un Sabio si nunca le oíste hablar? Lo sé, o mejor dicho, lo huelo. Don Alfonso tenía en
los ojos una vida vivida, una vida en la que, según creo, debió de ocurrirle de todo. Estoy seguro
de que en caso de necesidad, si hubiese acudido a él habría encontrado consuelo. Quizá, como
con las bolas de billar, se habría quedado en silencio durante unos segundos, y después, con una
sola palabra, me habría iluminado.....



Fuentes:
http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Crescenzo,Luciano,Los%20Presocraticos.pdf



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