La pereza nos vuelve irracionales a la hora de tomar decisiones y muchas personas lo desconocen este hecho. Sin embargo, existen motivos claros por los cuales este hecho se produce.
Además, ¿sabías que si estás cansado físicamente es más fácil que te convezcan de algo o que si te repiten muchas veces un mensaje, aumenta las probabilidades de que te lo acabes creyendo?
¿Sabías que si en un escrito utilizas un tipo de letra que sea fácil de leer aumentan las probabilidades de que tu cerebro lo asuma como cierto?
¿Por qué se produce esto?
Lo que explicaré a continuación está basado en los trabajos del psicólogo y premio Nobel de Economía, Daniel Kahneman y de su compañero de estudios, Amos Tversky acerca de los sesgos cognitivos, término que podríamos traducir como “fallos del pensamiento racional”.
Voy a explicarte con detalle por qué se producen los sesgos cognitivos, pero antes, te pido que tengas en cuenta dos aspectos importantes:
1- Nuestro organismo tiende a la economía de esfuerzos. Es decir, para conseguir algo, por tendencia, buscará hacerlo con el mínimo gasto de energía posible.
2- Nuestro cerebro es un órgano que consume muchísima energía, aún en reposo. A pesar de representar sólo el 2% de peso del total del cuerpo, utiliza el 20% del total del combustible disponible. De este 20%, destina entre el 60 y el 80% al mantenimiento interno, es decir, a tener en perfecto estado de revista nuestra red neuronal. Esto significa que nada más destina entre un 20 y un 40% de la energía total a procesar información del exterior.
Estos dos aspectos, la economía del esfuerzo y el gran gasto energético del cerebro, son los fundamentos que hay detrás de los sesgos cognitivos. En la práctica se traduce en que, en ocasiones, nuestro cerebro comete errores de apreciación que son los resquicios por donde se cuela la persuasión.
Fundamentalmente, la idea es la siguiente. Metafóricamente, tal y como dice el propio Kahneman, tenemos «dos cerebros», los cuales funcionan de manera diferente y en contextos distintos.
El primero de ellos, al que llamaremos sistema 1, siempre está en funcionamiento, actuando como una especie de escáner ocupado en revisar nuestro entorno para encontrar regularidades, patrones y conformar con ellos ideas estandarizadas a las que responder de forma inmediata y automática. Es un cerebro «rápido», que consume poca energía. Digamos que, si no hay ninguna novedad exterior, él tiene las riendas. Aplicaría el principio «no news, good news».
Pero, ¿qué ocurre cuando en el exterior hay algo que no cuadra con lo que se supone que tendría que ocurrir? Ahí entra en acción el segundo tipo de cerebro al que llamaremos sistema 2 —recuerda que cuando hablamos de segundo tipo de cerebro, lo hacemos en sentido figurado—, un cerebro más lento en su actuación, pero más analítico, pormenorizado y fiable en sus conclusiones. Al fin y al cabo, tiene que ocuparse de averiguar en qué consiste la «incidencia», de qué se trata, de dónde vene y cómo se produce y para dar respuesta a todo eso, necesita tiempo.
Vamos a poner un ejemplo. Cuando tú conduces por una carretera conocida, de día y con buena visibilidad, lo haces de forma automática y sin esfuerzo; al fin y al cabo, todos los automatismos, por definición, son fáciles de ejecutar. Eres capaz de ocuparte de un sinfín de cosas sin darte cuenta de que lo haces: los pedales, las marchas, los espejos, los otros coches, la radio, etc. En este caso, incluso, tu pensamiento es capaz de vagar sin que la conducción se vea afectada por ello.
Sin embargo, imagina que, en esta ocasión, vas a un lugar por primera vez, por una carretera que no conoces, de noche y con lluvia abundante. En esta situación, es probable que tu concentración esté ocupada en estar pendiente de por dónde vas; también es más probable que el volumen de la radio esté más bajo —o apagada—; también es más probable que, si vas con alguien, no habléis demasiado. ¿Por qué? Porque toda tu atención está puesta en llegar a tu destino sin ningún tipo de incidencia, sano/a y salvo/a.
En esta segunda situación, necesitas del recurso de la atención consciente, y desgraciadamente para nosotros, este recurso tiene una capacidad limitada, por lo que la ocupamos en aquello que más necesitamos en cada momento, en el caso del ejemplo, en conducir bajo condiciones difíciles.
La atención consciente es una herramienta del sistema 2, que actúa como una especie de Protección Civil, pero que, como contraprestación, gasta muchisima energía. Si alguien de vosotros ha tenido la experiencia de conducir bajo condiciones difíciles durante un cierto tiempo, se acordará de lo cansado/a que te encontraste al apagar el motor del coche.
Así las cosas, cuando necesitamos analizar situaciones de manera pormenorizada, cuando necesitamos resolver problemas con cierta complejidad, cuando necesitamos dar respuesta en contextos complejos o novedosos, requerimos de la actuación del sistema 2, con el coste energético que ello supone.
Reconocer una cara familiar es un trabajo automático de tu sistema 1. Acordarte de quién es y dónde viste una cara que “te suena” es tarea de tu sistema 2.
En resumen:
Si no hay novedad en el frente, actúa tu sistema 1. Actuación rápida, automática y sin excesivo gasto. En realidad, se trata de un cerebro perezoso. Mínimo gasto para la máxima recompensa.
Si hay algo en el exterior que se salga de lo común, entra en funcionamiento Protección Civil, nuestro sistema 2. Más lento, más pormenorizado, más analítico, pero gran consumidor de energía.
En este punto recuerda la ley de la economía del esfuezo. ¿Cómo crees que se aplica aquí? Pues de la siguiente manera. A poco que pueda, nuestro organismo no utilizará el sistema 2 sino que dejará que el sistema 1 sea quien se ocupe de todo. Pero, ¿cuál es el problema? Pues que situaciones o acontecimientos que requerirían de la actuación analítica del sistema 2, son tomadas por el perezoso y automático sistema 1. La consecuencia de ello son errores de pensamiento, sesgos cognitivos y una puerta abierta a la persuasión.
Fuentes:
Artículo: "La pereza nos vuelve irracionales. Descubre por qué." publicado en interaccionhumana.es por Óscar Fernández Orellana el 25 de marzo de 2017
URL: http://interaccionhumana.es/blog/la-pereza-nos-vuelve-irracionales/
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