Biografía
Nació en Calagurris Nassica, actual Calahorra, cerca de Logroño, en la provincia hispanorromana de la Tarraconense. Hizo sus primeros estudios en Roma, donde su padre ejercía la profesión de rétor o abogado; allí adquiere una cultura general muy completa siguiendo las lecciones de Remio Palemón y Servilio Nonanio en literatura y de Domicio Afer en elocuencia. Regresa a Hispania en el año 61 cuando Nerón nombra a Galba gobernador de la Tarraconense. Durante siete años, es profesor de elocuencia y abogado.
Concluida su formación en Roma, se supone que regresó a España, donde permaneció algún tiempo hasta que regresó a Roma, llamado por Galba, cuando éste fue proclamado emperador en el 68.
Vuelve a Roma en el año 68 tras el asesinato de Nerón, cuando es proclamado Galba emperador, y desarrolla una brillante y reconocida carrera de veinte años como abogado y profesor de retórica en la Roma de Vespasiano, Tito y Domiciano. Abrió una escuela pública de retórica que obtuvo un gran éxito y le hizo ganar alrededor de cien mil sextercios al año. Le fue encomendada la educación de los sobrinos de Domiciano y los hijos de la emperatriz Domitilla.
Resulta difícil aventurar cuánto tiempo permaneció en España antes de marcharse a Roma, donde se desarrolló el grueso de su formación. Allí, según señala el propio Quintiliano a lo largo de su obra, frecuentó la escuela de gramática de Q. Remmio Palemón (maestro también de Persio) y, más tarde, estuvo muy cercano al célebre orador Domicio Afro (muerto en el 59); también recuerda haber conocido a Pomponio y a Séneca.
Su fama proviene sin embargo de ser el mejor profesor de retórica del mundo antiguo junto a Isócrates. En esta materia alcanzó un prestigio tal que se le nombró profesor oficial de la materia con retribución pública. Era amigo del científico Plinio el Viejo; el escritor romano Plinio el Joven fue alumno suyo y quizá lo fue incluso el historiador Tácito. Tras consumir esos veinte años como abogado y profesor, se retiró el año 89 para dedicarse a escribir rodeado de honores (los ornamenta, los consularia y la laticlavia —toga con una banda en su borde de color púrpura que sólo podían vestir los nobles romanos-). El fin de su vida está señalado con una serie de dramas familiares: el mismo año de su retiro, 89, perdió a su mujer, que tenía 19 años; en el 90, a su hijo primogénito, que contaba cinco; en 95, al segundo, con diez.
Escribió primero un diálogo que se ha perdido en que expone su propia posición sobre la creciente corrupción del arte de la elocuencia (De causis corruptae eloquentiae) y, poco antes de fallecer, divulgó su obra mayor: De institutione oratoria. Son espurias dos colecciones de declamaciones que se le atribuyen (Maiores y Minores). Murió probablemente poco antes del asesinato del emperador Domiciano, en el año 95.
Obra
Su fama proviene de su Institutio oratoria (c. 95 d. C.), una obra enciclopédica que recoge todo cuanto es necesario para formar a un orador, en doce volúmenes. Como modelo supremo propone a Cicerón. En los dos primeros libros, Quintiliano trata la educación elemental y los métodos para la formación básica en el campo de la Retórica. Dedica los nueve libros siguientes a los fundamentos y técnicas de la oratoria. El Libro X es el más conocido; en él aconseja la lectura como elemento fundamental en la formación de un orador y contiene un famoso estudio sobre las personas que escribieron en griego y latín. El último libro presenta el conjunto de cualidades que debe reunir quien se dedique a la Oratoria, tanto en lo referente al carácter como a la conducta.
La obra defiende la formación íntegra del orador como ser humano y como hombre público y presenta una originalidad notable con un estilo ciceroniano lúcido y brillante; ejerció una gran influencia sobre la teoría pedagógica que sustenta el Humanismo y el Renacimiento y fue traducida directamente del latín al español en dos volúmenes por Ignacio Rodríguez y Pedro Sandier (Madrid: Librería de Ranz, 1799).
También hay un grupo de obras atribuidas falsamente a Quintiliano: son las llamadas Declamationes Pseudo-Quintilianeae, que podemos dividir en dos tipos: Las conocidas como declamationes maiores y las declamationes minores. Las primeras son 19 piezas retóricas que circularon bajo el nombre del gran rétor hispano durante el siglo IV y que seguramente fueron editadas por algunos eruditos de ese período. Hoy existen grandes dudas acerca de la autoría real de Quintiliano sobre estas orationes que son en extremo artificiosas y rebuscadas, lo que contradice en parte la propia doctrina de Quintiliano.
Las declamationes minores
son un conjunto de 145 piezas procedentes de una colección que en
origen tenía 388. Son mucho más breves que las anteriores y cada una de
ellas desarrolla de manera escueta un tema. Ello hace pensar que estas declamationes
son más bien fruto de la escuela y que se compusieron como simples
ejercicios didácticos. Realmente es difícil pensar que su autor fuera
Quintiliano, aunque esta autoría no es del todo imposible.
Realmente, la admiración que Quintiliano sentía por
Cicerón, a quien consideraba la verdadera encarnación de la elocuencia,
dice mucho acerca de su postura: Quintiliano no veía con buenos ojos los
derroteros que estaba tomando la elocuencia en Roma, ni tampoco le
gustaba la manera en que los nuevos oradores y escritores manejaban la
lengua; por ello, con su tratado, pretendía poner de nuevo las cosas en
su sitio.
Con ese fin, Quintiliano escribió su manual, en el que Cicerón era el modelo; de hecho, las orationes
ciceronianas sirven aquí para ejemplificar las funciones de las
distintas partes del discurso; también siguiendo a Cicerón, Quintiliano
considera que la elocutio es la más importante de las cinco partes en que se desglosa la actividad del orador (inventio, dispositio, elocutio, memoria y actio) y desarrolla la misma teoría de los tres estilos (el sublime, el medio y el ínfimo).
Sin
embargo, hay un aspecto importante en el que la doctrina de Quintiliano
se opone a la de Cicerón, y es precisamente al estudiar la relación
entre ars ('arte, técnica') y natura ('naturaleza, ingenio
o talento natural'): si para Cicerón la elocuencia era un don natural
que podía mejorar con el estudio de la Retórica, para Quintiliano es un
don que se puede alcanzar gracias precisamente a la Retórica. Aquí
radica la principal diferencia: mientras que Cicerón hablaba en sus
tratados sobre retórica desde su propia experiencia de orador exitoso y
revelaba así los frutos de su experiencia, Quintiliano habla como
profesor de Retórica y, por ello, intenta ser exhaustivo en todos
aquellos aspectos que Cicerón ni siquiera había tratado en la idea de
que la perseverancia y unos buenos maestros son capaces de crear un
orador.
Desde luego, la oratoria de los tiempos de
Cicerón no era la misma que la de la época de Quintiliano; así, aunque
Quintiliano reconoce la importancia de la oratoria deliberativa, los
tiempos no eran los más propicios para el debate político en un Senado
sometido al poder del emperador; sí, en cambio, para la oratoria
forense, verdadero campo en el que ejercitarse y en el que enriquecerse.
Sin embargo, esta oratoria, abandonando toda moderación, había caído en
el exceso, algo criticado por autores como Tácito o Plinio: aquí, todo
era válido para obtener el aplauso del auditorio, y la oratoria,
enseñada en la escuela a través de las famosas controversias y suasorias, se había desvirtuado y había perdido su intención moral.
Las armas de la elocuencia podían caer en manos de cualquiera, con el peligro que eso entrañaba. Ante esta situación, Quintiliano sólo aspiraba a devolver a la oratoria su medida y, si bien abogaba por las declamationes escolares, quería que éstas se ciñeran al campo de lo verosímil y lo cercano a la realidad de los procesos. A esto había que añadir la necesidad de convertir al orador en un hombre bueno; de ese modo se podían unir las buenas intenciones a los medios adecuados para ponerlas en práctica a través del debate.
Su latín reúne, por tanto, las características del latín imperial: audacias lingüísticas y estilísticas y un marcado gusto por el lenguaje con sabor poético, lo que hace que su estilo esté más cercano al de Séneca de lo que podría pensarse. En realidad, Quintiliano, que detestaba los rasgos extremos de modernidad, quería encontrar el justo medio entre esos modelos y los más arcaicos. Todo ello ha hecho que su obra se haya convertido, a pesar de lo que pudiera parecer por su contenido, en una pieza importante de la literatura de esa época.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Quintiliano
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/q/quintiliano.htm
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