domingo, 18 de mayo de 2014

Tertuliano (QUINTO SEPTIMIO FLORENCIO)

Su nombre es Quinto Septimio Florencio Tertuliano, el primer gran escritor del cristianismo latino y uno de las más grandes y originales personalidades de la Iglesia antigua, nació hacia el año 155 en Cartago y murió en esa ciudad después del 220.

 Vida.

De su vida se sabe poco, estando basado tal conocimiento en referencias de pasada en sus propios escritos y en Eusebio Hist. eccl., II, ii. 4 y Jerónimo, De vir. ill., liii. Su padre tenía una posición (centurio proconsularis, 'ayuda de campo') en el ejército romano en África y la sangre púnica de Tertuliano se aprecia palpablemente en su estilo, con sus arcaísmos y provincianismos, su ardiente imaginería y su apasionado temperamento. Era un erudito que recibió una excelente educación. Escribió al menos tres libros en griego, a los cuales él mismo se refiere, aunque ninguno ha sobrevivido. Su principal estudio fue la jurisprudencia, revelando sus métodos de razonamiento notorias huellas de su preparación jurídica. Brilló entre los abogados de Roma, tal como informa Eusebio. Su conversión al cristianismo tuvo lugar hacia 197-198, pero sus antecedentes inmediatos son desconocidos, salvo lo que se puede conjeturar de sus escritos. El acontecimiento tuvo que ser súbito y decisivo, transformando de una vez su personalidad; él mismo dice que no puede imaginar una verdadera vida cristiana sin tal consciente brecha, que es un radical acto de conversión: 'Los cristianos son hechos, no nacen' (Apol., xviii).


En la iglesia de Cartago fue ordenado presbítero, aunque estaba casado, hecho que está bien establecido por sus dos libros sobre su esposa. A mediana edad (hacia 207) rompió con la Iglesia católica, convirtiéndose en líder y apasionado exponente del montanismo, haciéndose así cismático. La declaración de Agustín (Hær., lxxxvi) de que antes de su muerte volvió al seno de la Iglesia católica es muy improbable. Su facción, los tertulianistas, todavía tenía en los tiempos de Agustín una basílica en Cartago, aunque en el mismo periodo se pasaron a la ortodoxia. Jerónimo dice que Tertuliano vivió hasta avanzada edad. A pesar de su cisma, Tertuliano continuó combatiendo contra la herejía, especialmente el gnosticismo y por las obras doctrinales que produjo se convirtió en el maestro de Cipriano, el predecesor de Agustín, y fundador de la teología latina.

Escritos.

Entre los de carácter general se cuentan treinta y siete, habiéndose perdido varios tratados latinos así como los escritos en griego. Sus obras cubren todo el campo teológico de los apologistas de su tiempo contra el paganismo y el judaísmo, polémicas, organización, disciplina y moral, o la reorganización completa de la vida humana sobre una base cristiana; dibujan un cuadro completo de la vida y pensamiento religioso de su tiempo, que es de gran interés para el historiador. Su tono general es austero y su propósito práctico; están llenos de vida y frescura. En su empresa de hacer de la lengua latina un vehículo para sus, de alguna manera, tumultuosas ideas, el autor es forzado y oscuro, pero como norma es rápido, preciso y directo. Es también poderoso e intrépido, demandando, no rogando, la atención del lector. Con referencia a la literatura y costumbres anteriores, es un maestro del ingenio y el sarcasmo, siendo siempre original. Ha sido siempre comparado a un torrente fresco de montaña, tumultuoso, que se abre camino.
La cronología de esos escritos está en parte determinada por las ideas montanistas que están expuestas en algunos de ellos, por las propias alusiones del autor a sus escritos y por datos históricos definidos (como la referencia a la muerte de Septimio Severo, Ad Scapulam, iv). En su obra contra Marción, que denomina su tercera composición sobre el marcionismo, da su fecha como el año decimoquinto del reinado de Severo (Adv. Marcionem, i. 1, 15). Los escritos pueden dividirse con referencia a sus dos periodos de actividad cristiana: la católica y la montanista, o según su tema. El objeto de la primera división es mostrar, si es posible, el cambio de ideas de Tertuliano. Siguiendo el segundo criterio, que es de más interés práctico, los escritos se dividen en dos grupos: (1) apologéticos y polémicos, como Apologeticus, De testimonio animæ, Adv. Judæos, Adv. Marcionem, Adv. Praxeam, Adv. Hermogenem y De præscriptione hereticorum, Scorpiace, para frenar el aguijón el gnosticismo, etc.; (2) prácticos y disciplinarios, como De monogamia, Ad uxorem, De virginibus velandis, De cultu feminarum, De patientia, De pudicitia, De oratione, Ad martyras, etc. Entre los escritos apologéticos el Apologeticus, dirigido a los magistrados romanos, es la más incisiva defensa del cristianismo y los cristianos nunca escrita hasta entonces, contra los reproches de los paganos y uno de los más magníficos legados de la antigua Iglesia, lleno de entusiasmo, valor y vigor. Proclama primero claramente el principio de la libertad religiosa, como derecho inalienable del hombre y exige un juicio justo para los cristianos antes de condenarlos a muerte. Tertuliano fue el primero en quebrar la fuerza de bulos tales como que los cristianos sacrificaban niños en la celebración de la Cena y cometían incesto; señaló la comisión de tales crímenes en el mundo pagano, demostrando, por el testimonio de Plinio, que los cristianos estaban comprometidos a no cometer asesinato, adulterio u otros crímenes; adujo también la inhumanidad de las costumbres paganas, tales como engordar la carne de los gladiadores para jactarse. Los dioses no existen y por lo tanto no hay religión pagana a la que los cristianos puedan ofender. Los cristianos no se asocian en la necia adoración de los emperadores; ellos hacen algo mejor: orar por ellos. Los cristianos pueden enfrentar la tortura y la muerte y cuanto más son perseguidos más crecen; 'La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos' (cap. 1.).

Principios morales.

Tertuliano fue un decidido defensor de la estricta disciplina y de un austero código de práctica, siendo uno de los representantes del elemento puritano en la Iglesia antigua. Esas ideas le empujaron a adoptar el montanismo, con su rigor ascético y su creencia en el milenio y la continuidad de los dones proféticos. En sus escritos sobre las diversiones públicas, el velo de las vírgenes, la conducta de las mujeres y semejantes temas, da expresión a esas ideas. Sobre el principio de que no deberíamos mirar o escuchar lo que no tenemos derecho a practicar, y que las cosas contaminadas contaminan (De spectaculis, viii, xvii), declaró que un cristiano debe abstenerse del teatro y el anfiteatro, porque se invocan los nombres de las divinidades paganas y se practican ritos religiosos, no siendo lugar para el cultivo de la gracia cristiana. Las mujeres deberían dejar a un lado el oro y las piedras preciosas como ornamentos (De cultu, v-vi) y las vírgenes deberían conformarse a la ley de San Pablo para las mujeres y mantenerse estrictamente veladas (De virginibus velandis). Alabó el estado célibe como el más elevado (De monogamia, xvii.; Ad uxorem, i. 3), llamando a los cristianos a no ser superados por la virtud de las vírgenes vestales y los sacerdotes egipcios, declarando que el segundo matrimonio es una especie de adulterio (De exhortatione castitatis, ix). Si Tertuliano se fue a un extremo poco saludable en su rigor ascético, también se le puede perdonar, cuando se tiene en cuenta su propio vigor moral y sus grandes servicios como intrépido y natural defensor de la fe cristiana, que con él, como después con Lutero, fue en primer lugar una experiencia de su propio corazón.

Teología.
Aunque totalmente familiarizado con la teología griega, Tertuliano fue independiente de su especulación metafísica. Conocía las apologías griegas, pero marca un contraste directo con Orígenes. Éste impulsó su idealismo en la dirección del espiritualismo gnóstico. Tertuliano, el príncipe de los teólogos realistas y prácticos, llevó su realismo al vértice del materialismo. Esto se evidencia en la atribución a Dios de corporeidad y su aceptación de la teoría traducianista del origen del alma. Despreció la filosofía griega y lejos de considerar a Platón, Aristóteles y otros pensadores griegos a quienes otros citaban como precursores de Cristo y del evangelio, Tertuliano los considera patriarcas de los herejes (De anima, iii). Su desdén al exponer su inconsistencia lo usa, por ejemplo, cuando menciona que Sócrates al morir ordenó sacrificar un gallo a Esculapio (De anima, i). Tertuliano siempre escribió bajo la presión de una acusada necesidad. Nunca era tan feliz como cuando tenía oponentes como Marción o Práxeas, pero sin embargo, por abstractas que puedan ser las ideas tratadas, él siempre se movió por consideraciones prácticas para hacer su caso claro e irresistible. Parcialmente fue este elemento lo que dio a sus escritos una influencia formadora en la teología post-nicena en el oeste y los ha conservado frescos hasta el día de hoy. Fue un controversista nato, movido por los más nobles impulsos conocidos en la Iglesia. Es verdad que durante el siglo III su nombre no es mencionado por otros autores. Lactancio, al principio del siglo IV es el primero en hacerlo, pero Agustín le trata abiertamente con respeto. Cipriano, el compatriota norteafricano de Tertuliano, aunque no menciona su nombre, estaba bien versado en sus escritos, tal como Jerónimo refiere del secretario de Cipriano.
Las principales enseñanzas de Tertuliano son las siguientes:
(1) El alma no es preexistente, como Platón afirmó, ni predispuesta a la metempsicosis, como sostuvieron los pitagóricos. En cada individuo es un nuevo producto, procediendo de los padres igualmente con el cuerpo y no creada posteriormente y asociada con el cuerpo (De anima, xxvii). Sin embargo, es una entidad distinta y tiene una cierta corporeidad, al poder ser atormentada en el Hades (De anima, lviii).
(2) La pecaminosidad del alma se explica fácilmente por su origen traducianista (De anima, xxxix). Está atada a Satanás (a cuyas obras renuncia en el bautismo), pero tiene semillas de bondad (De anima, xli) y al ser avivada por el llamamiento de Dios (Apol., xvii) es naturalmente cristiana. Existe en todos los hombres. Es un fiscal y un testigo inconsciente por su impulso a la adoración, su temor de los demonios y sus meditaciones sobre el poder de la muerte, la benignidad y el juicio de Dios, tal como está revelado en las Escrituras cristianas (De testimonio, v-vi).
(3) Dios, quien hizo el mundo de la nada por su Hijo, el Verbo, tiene corporeidad aunque es espíritu (De præscriptione, vii; Adv. Praxeam, vii). En la declaración de la Trinidad, Tertuliano fue un precursor de la doctrina nicena, acercándose al asunto desde el punto de partida de la doctrina del Logos, aunque no declaró plenamente la inmanencia de la Trinidad. En su tratado contra Práxeas, que enseñaba el patripasianismo en Roma, usó las palabras 'Trinidad y economía, personas y sustancia'. El Hijo es distinto al Padre y el Espíritu es de ambos (Adv. Praxeam, xxv). 'Esos tres son una sustancia, no una persona; y al decir 'Yo y mi Padre somos uno', lo dice no respecto a la singularidad del número, sino a la unidad de sustancia.' Los mismos nombres 'Padre' e 'Hijo' indican distinción de personalidad. El Padre es uno, el Hijo es uno y el Espíritu es uno (Adv. Praxeam, ix). La cuestión de si el Hijo fue coeterno con el Padre, no la expone con claridad plena y aunque no desarrolló la doctrina de la inmanencia de la Trinidad, recorrió un larga distancia en el camino hacia ella (B. B. Warfield, en Princeton Theological Review, 1900, pp. .50, 159).
(4) En soteriología Tertuliano no dogmatiza, prefiriendo guardar silencio ante el misterio de la cruz (De patientia, iii). Los sufrimientos de la vida de Cristo y de su crucifixión son eficaces para la redención. En el agua del bautismo, sobre una cita parcial de Juan 3 de que es necesario (De baptismate, vi ), nacemos de nuevo; no recibimos al Espíritu Santo en el agua, pero somos preparados por él. Somos pececitos, nacidos en el agua, según el ejemplo del ichthys, 'pez' Jesucristo (siendo las iniciales de las palabras Jesus Christus, theou uios soler, constituyentes del anagrama que forma la palabra 'pez' en griego) (De baptismate, i). Al discutir si los pecados cometidos después del bautismo pueden perdonarse, llama al bautismo y a la penitencia 'dos tablas', sobre las que el pecador puede salvarse del naufragio (De penitentia, xii).
(5) Con referencia a la regla de fe, se puede decir que Tertuliano usa constantemente esta expresión, significando por ella ya sea la tradición autoritativa guardada en la Iglesia, ya sean las Escrituras mismas y tal vez también una fórmula doctrinal definida. Mientras que no da una lista de los libros de la Escritura, los divide en dos partes y los llama instrumentum y testamentum (Adv. Marcionem, iv. 1). Distingue entre los cuatro evangelios e insiste en su origen apostólico, que acredita su autoridad (De præscriptione, xxxvi; Adv. Marcionem, iv. 1-5); al intentar explicar el tratamiento de Marción hacia el evangelio de Lucas y los escritos paulinos, sarcásticamente se pregunta si 'el piloto del Ponto' (Marción) ha sido culpable de coger los bienes de contrabando o falsificarlos al tenerlos a bordo (Adv. Marcionem, v. 1).  Las Escrituras y la enseñanza de la filosofía son incompatibles. '¿Qué tienen de común Atenas y Jerusalén?' exclama '¿o la Academia con la Iglesia?' (De præscriptione, vii). La filosofía humana es una obra de los demonios (De anima, i); las Escrituras contienen la sabiduría del cielo.

Fuentes: http://www.iglesiapueblonuevo.es/index.php?codigo=bio_tertuliano



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