jueves, 4 de junio de 2015

El Edicto de Tesalónica

Constantino y el fin de la persecución

A principios del siglo IV, Constantino I había terminado con la clandestinidad de los cristianos, otorgándoles ciertos privilegios y permitiéndoles la construcción de grandes templos. En 313, a través del Edicto de Milán, el emperador había decretado la libertad de culto para los cristianos.

A cambio de esto, Constantino tomó parte en las disputas que ya existían en el seno de la iglesia, convocando en 325 el Concilio de Nicea. En este concilio se desterraron las tesis arrianas que negaban el carácter divino de Jesús como parte consustancial de Dios. A pesar de ello, el cisma arriano se prolongaría al menos hasta el siglo VI, y no terminaría hasta la muerte del último de los monarcas arrianos: el rey visigodo Leovigildo. Del Concilio de Nicea se originaría el llamado Credo Niceno, último punto de encuentro entre las iglesias de oriente y occidente.

El mismo emperador Constantino fue el primer gobernante del Imperio romano de credo católico, aunque no fue bautizado hasta poco antes de morir. Con él se iniciaba una nueva época para la iglesia, y en el transcurso del siglo IV su influencia en las esferas del poder aumentaría (a pesar del paréntesis de tres años que supuso el gobierno de Juliano, durante el cual el cristianismo volvió a estar acosado por el poder) hasta que en 380 y a través del Edicto de Tesalónica, se convertiría en la religión oficial y única religión lícita tanto en Oriente como en Occidente.

El Edicto de Tesalónica

Edicto de los emperadores Graciano, Valentiniano (II) y Teodosio Augusto, al pueblo de la ciudad de Constantinopla.
«Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos, que hasta hoy se ha predicado como la predicó él mismo, y que es evidente que profesan el pontífice Dámaso y el obispo de Alejandría, Pedro, hombre de santidad apostólica. Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial.»
Dado el tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto consulado de Graciano Augusto y primero de Teodosio Augusto.

Con este edicto, el Imperio romano en su totalidad pasaba a tener una nueva religión oficial tras siglos de libertad de culto. El Panteón Romano se había complementado a lo largo de muchos siglos con los dioses, deidades y lares domésticos, con el culto a los propios antepasados e incluso con divinidades prerromanas que habían sido asimiladas tras el proceso de romanización en muchos lugares del Imperio. Todo esto debía ser ahora abandonado para abrazar el culto a una religión monoteísta y a las normas morales que la acompañaban. A pesar de ello, Teodosio protegió en la medida de sus posibilidades a los ahora semiclandestinos paganos de la persecución y el acoso de los cristianos.



Fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Edicto_de_Tesal%C3%B3nica

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