Luciano de Samosata escribio el opúsculo titulado "Alejandro o el falso profeta", y gracias a él podemos recordar uno de los varios oráculos existentes en la antigüedad, centrandonos en este caso e el controvertido santuario oracular de Abonuteico.
Uno de estos profetas fue Alejandro de Abonuteico (c. 105-171), cuya vida portentosa la conocemos por la biografía póstuma que escribió, poco después de la muerte de aquel, hacia 180 d. C., el gran Luciano de Samosata, un eximio representante de la llamada Segunda Sofística.
Por las fechas, obsérvese el hecho, importante, de que Alejandro, Luciano y Marco Aurelio son contemporáneos, y algunos de ellos tuvieron encuentros personales: sin duda, Alejandro y Luciano se encontraron dos veces en Abonuteico; y con toda probabilidad Alejandro conociese a Marco Aurelio en Roma; y el emperador, si no conocía personalmente a Luciano, sin duda, conocía sus escritos.
La singular producción literaria de Luciano de Samosata se extiende como un mosaico espléndido de la sociedad de su tiempo, analizada con inusitado y renovado humor (no limitado a la sátira poética corrosiva al estilo de Marcial o Juvenal) llevándolo, en su proteica prosa, a los límites de la reflexión filosófica. Su obra es ingente, difícil de clasificar en géneros conocidos hasta entonces. El lector actual puede hacerse una idea de su inusitada capacidad creadora leyendo sus obras, pero difícilmente podremos deducir de los escritos de Luciano la idea que este tenía sobre la política, religión o su propio mundo interior.
Pero no cabe duda de una cosa: gran viajero, lleno de inquietudes filosóficas e intelectuales, es un testigo excepcionalmente inteligente de su tiempo. El hecho de ser «un creador de imaginación desbordante» hace que sus escritos sean clasificados de mera literatura, y se desprecien injustamente noticias históricas
(relativas a personajes reales, cercanos a su tiempo, o con los que habló personalmente) que aparecen en una u otra parte de su obra. Quizás los historiadores, sin relegar la opinión y la labor filológica, debieran prestar más atención a los escritos de Luciano, para hacer una lectura histórica, y aportar su testimonio cuando no hay otra fuente mejor (o ninguna fuente) sobre un acontecimiento concreto.
La obrita lucianea "Alejandro o el falso profeta" dedicada al profeta embaucador Alejandro de Abonuteico, es un panfleto contra los ignorantes en materia de religión, que creen a pies juntillas en el poder de los oráculos para torcer o predeterminar el destino de las personas que solicitan una respuesta divina a determinada "quaestio" presentada en el santuario. La obra junto a otra, titulada "Sobre la muerte de Peregrino" es un buen ejemplo del «cínico escepticismo» que Luciano tenía en materia religiosa, concepto que puede extenderse a toda su concepción vital y literaria.
La adivinación oracular tenía una tradición secular en Grecia, aunque tras la conquista romana fue decayendo, en general, salvo en los grandes santuarios, y en pequeños santuarios de nueva invención, como este de Alejandro en la villa de Abonuteico, que se urdió (si es que creemos a Luciano) tras un engaño: Alejandro se inventó una epifanía dAsclepio, introduciendo una pequeña serpiente en un huevo de oca que depositó luego, a hurtadillas, por la noche, sobre un reguero de barro del santuario de Asclepio; al día siguiente convocó allí a unos pocos hombres, y les mostró el nacimiento de este nuevo dios. La serpiente creció súbitamente y adquirió rostro humano. Alejandro se preocupó de ponerle una máscara que en la oscuridad, y mediante un mecanismo de cuerdas, movía la boca para dar las respuestas oraculares.
Así nació "Glycón", la serpiente divina de Abonuteico, un nuevo dios articulado como una marioneta, que emitía oráculos «autófonos» por boca e inteligencia de Alejandro.
Su éxito fue tan fulgurante como fugaz. Cabe pensar que su culto estuvo activo apenas unos años tras la muerte del profeta fundador, Alejandro, convirtiéndose el lugar más tarde en un oráculo heroico, que recordaba la memoria de Alejandro, donde se hacían ofrendas a su estatua, y posiblemente durante algún tiempo se siguieran celebrando en Abonuteico los misterios instituidos por él. Sin existir un heredero, el negocio del oráculo fue en declive. Aun así, mientras estuvo en activo el santuario, y durante algunas décadas siguientes a la muerte del fundador,la nueva religión de Glycón (la serpiente divina, hierofanía de Asclepio, urdida por Alejandro) ha dejado bastantes restos arqueológicos de su pujanza: textos , esculturas de piedra y bronce, amuletos, monedas y entalles e inscripciones.
Fuente(Cita formato APA):
PEREA YÉBENES, S. (2013). Guerra y religión: Luciano, el oráculo de Alejandro de Abonuteico y las derrotas de Sedatio Severiano contra los partos y de Marco Aurelio contra Cuados y Marcomanos. Studia Historica: Historia Antigua, 30, 71-113. Recuperado de http://revistas.usal.es/index.php/0213-2052/article/view/9539/9910
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