De siempre, yo me atrevería a decir que desde el Neolítico, las sociedades han estado divididas en tres grupos: clase alta, clase media y clase baja.
Se han denominado de distintas maneras, se han subdividido y su número ha variado en función de las épocas, pero la realidad de la historia es la que es. El esquema siempre se reproduce de la misma manera: la clase alta intenta mantener su poder, privilegios y riquezas. La clase media aspira a ocupar la élite de la sociedad, y en su lucha se alía con la clase baja -a la que promete luchar por la igualdad, la justicia social y la solidaridad-.
Una vez que consigue alcanzar el poder y convertirse en clase alta, se une a ésta, y entre las dos desplazan de nuevo a la clase baja a su lugar natural. Da igual la época de la historia que queramos revisar, las revoluciones que salieron triunfantes, los cambios de todo tipo experimentados, siempre se reproduce el mismo orden social con la consecuencia lógica de que la única clase social que no alcanza nunca sus objetivos es la clase baja, ni siquiera temporalmente.
Dicho esto, a uno le gusta más adherirse a la división que hizo hace unos cien años Pío Baroja, quién dividió a la sociedad en siete clases de personas:
1. Los que no saben
2. Los que quieren saber
3. Los que odian el saber
4. Los que sufren por no saber
5. Los que triunfan sin saber
6. Los que aparentan que saben
7. Los que viven, gracias a que los demás no saben (a éstos últimos también se les llama políticos, y a veces intelectuales).
Esta división de la sociedad nos servirá para que todos podamos pensar en cuál de ellas nos podríamos incluir, algo que no deja de ser un pequeño guiño para todos.
En los tiempos de hoy, en un mundo globalizado donde han desaparecido las barreras de espacio y tiempo, y donde estamos permanente conectados a la información y a las redes sociales, el sentimiento de pertenencia a una clase social determinada se está perdiendo. Prima el individualismo, el egoísmo, el materialismo y el narcisismo, algo que viene muy bien a todos cuanto luchan por el mayor de los placeres que tiene el hombre, que según un filósofo, del que no recuerdo su nombre, no es otro que el poder.
Pero esto no es más que un artículo que intenta hacer pasar un rato agradable y hacer reflexionar a quién lo lea y si ayuda a reflexionar... mejor, ese es el objetivo de esta columna.
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