lunes, 5 de septiembre de 2016

Las constelaciones Tolomeicas y la Batalla de Etiopia

Esta es una historia relacionada con las leyendas que cuentan las aventuras y desventuras de los personajes asociados con las constelaciones Tolomeicas.

Claudio Ptolomeo (Tolomeo para los amigos) era un egipcio nacido aproximadamente en año 87 de nuestra era y afincado en Alejandría que dedicaba sus ratos libres a escribir libros de Geografía (de hecho introdujo la costumbre de poner el Norte en la parte de arriba de los mapas) pero el tenía miras más altas. De este modo se le ocurrió, dados los problemas de coordinación entre los distintos observatorios del mundo mundial, publicar un libro titulado URANOMETRÍA 100®. Desgraciadamente la editorial no le aceptó la idea por la escasa extensión del libro (el original no superaba los doscientos rollos de papiro, cartas incluidas) y ciertos problemas relacionados con no sé qué problemas de patente. Como compensación le ofrecieron escribir la "Gran Enciclopedia de La Astronomía Matemática Clásica", un compendio de trece tomos en el que se incluye: teoría geocéntrica y los fundamentos de la trigonometría esférica (dos primeros volúmenes), movimiento del Sol y medición del tiempo (tercero), movimiento de la Luna (otros dos tomos), Eclipses (sexto y séptimo tomo), estrellas fijas (dos volúmenes), y movimientos de los planetas (en el que tiene que invertir para explicar los movimientos de éstos y conseguir que todo encaje, los cinco tomos restantes).

Con el incendio de la Biblioteca de Alejandría (en alguna de sus versiones) el ejemplar original se convirtió en humo. Afortunadamente los árabes habían hecho una fotocopia del mismo y gracias a sus traducciones ha llegado a nuestras manos con el nombre de Almagesto. Gracias a estas traducciones también llegó la obra "Geografía" a manos de los "entendidos" de la Edad Media, que utilizaron este texto como base fundamental para afirmar que la Tierra es el centro del Universo.

La batalla de Etiopía.

Esta entrañable escena familiar, véase imagen, representa en el cielo uno de los dramas más importante de la mitología griega, una historia de poder, belleza, envidia... y los viñedos de Etiopía como tema de fondo.

Perseo, hijo de Dánae y Zeus. Estamos ante un nuevo caso de inseminación artificial que se realizó por medio de una lluvia dorada enviada por el dios mientras la mujer estaba encerrada en una torre, precisamente para evitar que tuviera descendencia que pudiera destronar a su abuelo Acrisio, rey de Argos, que había recibido un oráculo en este sentido (esta historia es bastante repetitiva en los relatos griegos, creo que ese oráculo tenía verdadera manía a los descendientes de la nobleza).

Una vez nacido el niño, Acrisio, enfadado (no es por nada pero hay personas a las que les sienta fatal convertirse en abuelos), cogió a ambos y los tiró al mar metidos en una caja. Afortunadamente la caja llegó flotando al reino de Seriphos con su carga sana y salva. Al cabo de unos años Polydectes, el monarca de este reino se encaprichó de Dánae y quiso hacerla su esposa a la fuerza (está claro que las desgracias nunca vienen solas).

Perseo, ya con unos añitos, intentó ayudar a su madre, y el rey Polydectes, al ver que iba a ser un estorbo para sus planes, lo mandó a realizar una misión que él consideraba imposible, traerle la cabeza de Medusa. Con lo que no contaba el rey era con la familia del muchacho. Así que Perseo se encontró con todo un arsenal facilitado por sus hermanastros (ríndete 007):

Atenea le prestó un escudo perfectamente pulimentado (método Josep Costas) y le explicó que no debía mirar nunca directamente a la medusa, puesto que inmediatamente se convertiría en piedra (Perseo, no la Medusa).

Hermes le dejó unas zapatillas con alas, que le permitirían llegar rápidamente a la isla donde vivía el susodicho bichejo; el casco de Averno, que le permitiría evitar a las otras gorgonas (las hermanas de Medusa) haciéndose invisible; y el kibisis, una bolsa impermeable y muy resistente destinada a contener la cabeza de Medusa una vez cortada, puesto que la maldición de volverse piedra seguiría funcionando. Finalmente le fabricó una espada capaz de cortar el cuello del monstruo de un solo golpe.

Pertrechado de este modo, Perseo se dirigió a las tierras del Hiperbóreas donde encontró a la bestia durmiendo (realmente no fue tan fácil pero voy a reducir un poco la historia) y le seccionó limpiamente la cabeza, de donde salieron Pegaso y su hermano Chrysaor, el Caballito.

Estos dos caballos son otro caso reproducción asistida por dios, en este caso Poseidón. Al parecer Medusa era una bella sacerdotisa de la que se encaprichó el dios del mar y que obtuvo sus favores (ya estamos con los favorcitos...), disfrazado de semental, dentro del templo de Atenea. La diosa, ante tamaña desvergüenza, y no pudiendo tocar a su tío Poseidón, se conformó convirtiendo en el bicho que todos conocemos a la infeliz de Medusa, que a su vez tampoco pudo dar a luz a sus hijos, que quedaron encerrados hasta que a su madre la cortaron la cabeza.

Pero volvamos a la historia, mientras Perseo regresaba a lomos de Pegaso con su trofeo en el saco conoció a la que sería su futura esposa, Andrómeda:

Hija de Casiopea y Cefeo (reyes de Etiopía), la niña resultó ser una auténtica monada y como a su madre le encantaba presumir de hija mientras enseñaba las fotos a sus amigos se le ocurrió decir que la muchacha era más hermosa incluso que las nereidas, hijas de Poseidón. Esto no sentó muy bien a estas ninfas (la verdad es que los dioses son muy picajosos) que pidieron a su padre una satisfacción y Poseidón, que siempre respondía a los caprichos de sus nenes mandó al monstruo Cetus (la Ballena).

Este monstruo marino era por decirlo de alguna manera la "madre de todos los monstruos". Esta afirmación no resulta gratuita porque entre su descendencia destacan el can Cerbero (El perro guardián de tres cabezas que vigilaba las puertas del infierno); el dragón guardián del jardín de Hespérides; las gorgonas (hermanas inmortales con el poder de convertir en piedra todo lo que miraban y a las que se les unió posteriormente Medusa); Equidna, madre a su vez de la Quimera (ser con cuerpo de león y tres cabezas, de león, dragón y serpiente), la Hidra (de la que hablaremos más adelante) y otros muchos seres mitológicos con mala prensa.

Pues bien, Cetus comenzó a realizar su trabajo meticulosamente, sembrando el terror en el puerto de Philistea (El otro nombre que se le da a Etiopía en la leyenda) y provocando innumerables muertes y daños materiales (a ver quien se atrevía a meter su barco en un puerto tan "seguro"). Para solucionar el problema Cefeo quiso dirigirse a la ONU, pero al no existir este organismo internacional, tuvo que conformarse con ir a consultar al oráculo. Este sistema de comunicación directa con los dioses le comentó que sólo tenía dos opciones, o destruir al monstruo o sacrificar a la causa de todo el embrollo, su hija (ya estamos con la manía de cargarnos a la descendencia). Una vez sopesado su poderío militar y el poder destructor de Cetus, se decidió por la segunda opción, que además le resultaba más económica (sólo tendría que encadenar a Andrómeda a una piedra y esperar a que Cetus diera cuenta del aperitivo).

Y en este momento de la historia es cuando se cruzan las dos historias. Perseo pasaba por la zona a lomos de Pegaso justo en el momento en que la princesa era encadenada a la roca e inmediatamente quedó prendado de su belleza (parece ser que también se produjo el flechazo en dirección contraria). Una vez enterado de la situación inmediatamente se ofreció voluntario para acabar con el Monstruo siempre que después le concedieran la mano de Andrómeda. Cefeo, viendo que lo peor que podía pasarle era ganar un yerno héroe legendario, aceptó la proposición, aunque dejó encadenada a su hija por si las moscas.

Entonces, a lomos del caballo alado, Perseo se dirigió a la costa, donde estaba el monstruo marino. Este no se dio cuenta de que lo estaban atacando por el aire, por lo que se puso a dar embestidas a la sombra del jinete que se proyectaba en el agua. Aprovechando la coyuntura, Perseo tomó la cabeza de la Medusa (que seguía en el saco) y se la mostró a Cetus, cuya cabeza inmediatamente se convirtió en piedra. Aprovechando entonces que todavía disponía de la espada forjada por Hermes, cortó el cuello de la bestia, con lo cual se acabó el problema.

Mas tarde Perseo se casaría con Andrómeda y accedería al trono de Argos para desgracia de Acrisio (la profecía se cumplió y el viejo rey no sólo perdió el trono a manos de su descendiente sino que murió en una especie de juegos olímpicos, cuando fue golpeado en la cabeza accidentalmente -supuestamente guiado por los dioses- por un disco lanzado, curiosamente, por Perseo).

Para finalizar añadiremos una constelación Ptolomeica que no tiene nada que ver pero que queda justo en medio de la escena, el Triángulo. La verdad es que, tras "arduas investigaciones" no he podido encontrar grandes dramones relacionadas con este asterismo (los polígonos en general lo tienen bastante difícil para realizar actos heroicos), sin embargo sí existen dos historias interesantes.

Por un lado tendríamos que el triángulo rectángulo representa una señal que puso Apolo para señalar al carnero (Aries).

Por otro en la tradición romana el Triángulo es la imagen en el cielo de la isla de Sicilia, que fue entregada como dote a la diosa Ceres por parte de Plutón cuando este secuestró a su hija Proserpina para hacerla su esposa. Ceres se deprimió muchísimo, y como era la diosa de la Naturaleza se produjo sobre la Tierra un invierno eterno (¿una glaciación?).

Al final Ceres, Plutón y Proserpina llegaron a un acuerdo por el cual la diosa pasaría la mitad del año con su madre y la otra mitad con su marido, lo que explica las estaciones del año puesto que la suegra, cada vez que su hija se va con el yerno cae en una depresión que dura hasta la primavera, momento en el que Proserpina dice ¡no te aguanto, me voy a casa de mi madre!, y Plutón se queda de rodríguez hasta el otoño.

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