lunes, 5 de septiembre de 2016

Historias de las constelaciones

Textos cuneiformes y artefactos procedentes de la civilización del valle del Éufrates sugieren que el león, el toro y el escorpión estaban ya asociados a constelaciones en el año 4000 antes de Cristo.

Como vemos esto de las constelaciones no es nuevo, de hecho los antiguos ya reconocían como tales más de la mitad de las constelaciones que aparecen en nuestros cielos (cuando no está nublado y las luces de las poblaciones nos lo permiten). En la literatura griega aparecen constantes referencias tanto a los nombres de constelaciones (hemos de tener en cuenta que éstas representaban a sus héroes y leyendas mas famosos) como a los asterismos (agrupaciones de estrellas a las que se asocia una determinada forma y que incluso en la actualidad perduran) .Un claro ejemplo de ello es la poesía de Homero, en el siglo IX quien, en su “Iliada”, menciona al gigante Orión asociándolo con uno de los canes.

Durante el siglo V antes de Cristo, en babilonia se dan cuenta de que el sol y los planetas (los astros errantes) siguen siempre el mismo camino en su paso a través del cielo, la Eclíptica. Los babilonios denominaron a esta zona zodíaco (porque daba la casualidad de que las constelaciones con nombres de animales que antes mencionamos estaban en esa zona) y la dividieron en doce partes.



Durante el siglo II de nuestra era, el astrónomo egipcio Ptolomeo, en una muestra de paciencia, dedicación... y quizá algo de tortícolis, catalogó información sobre 1022 estrellas, agrupadas en 48 constelaciones. Algunos podrían decir que Ptolomeo debía tener muy mala vista, puesto que en cielo hay unas 6000 estrellas que se ven a simple vista, sin embargo hemos de tener en cuenta que su catálogo incluía sólo las estrellas visibles desde la latitud de Alejandría, donde vivió y escribió este científico.

El Almagesto, la obra principal de Ptolomeo, constituyó la última palabra sobre las constelaciones ya que a partir de esa época los descubrimientos en la esfera celeste primero no fueron tenidos en cuenta (la importancia de la tradición y de los ancestros) y después fueron tenidos demasiado en cuenta (la importancia de la hoguera).

Esta situación continuó así hasta que llegó la era de la navegación y de los grandes descubrimientos, alrededor del siglo XVI, en que los navegantes necesitaron un sistema de referencia que les sirviera para viajar sin necesidad de ver tierra y con gran precisión (no, todavía no se había inventado el GPS). Además, el avance por estas tierras permitió observar otras constelaciones en latitudes más meridionales. El primer atlas de estrellas, publicado por Johann Bayer en 1603, incluía 12 constelaciones nuevas visibles desde el hemisferio Sur.

En 1624 el astrónomo alemán Jacob Bartsch añadió tres constelaciones nuevas a los espacios existentes entre las constelaciones nombradas con anterioridad. Bartsch alistó asimismo como constelación separada la agrupación que conocemos como Crux, Cruz del Sur, cuyas cuatro estrellas principales habían sido incluidas por Ptolomeo en la constelación de Centauro. Aquí tenemos un caso en el que se pretendió quitarle carácter pagano al cielo (lleno de héroes y dioses antiguos). Otro intento fue el de asignar a las constelaciones zodiacales los nombres de los doce apóstoles, pero éstos resultaban muy aburridos y la idea no fraguó.

A finales del siglo XVI, Tycho Brahe (famoso por su nariz de oro y sus duelos a espada) elevó a la categoría de constelación el asterismo Coma Berenices (Cabellera de Berenice) que para los antiguos formaba parte de Leo o Virgo (curioso, dos constelaciones con melena).

A medida que se fue colonizando y estudiando el cielo cada vez desde más al Sur, se fueron añadiendo al grupo más constelaciones. Así, en 1687 el astrónomo alemán Johannes Hevelius incluyó siete constelaciones más, visibles desde las latitudes septentrionales medias y Nicolas Louis de La Caille, desde Cabo de Buena Esperanza (antes Cabo de las Tormentas) en 1750 hizo el descubrimiento de 14 constelaciones meridionales adicionales, completando así la descripción de toda la esfera celeste.

Por otro lado está el cambio de nombre de algunas constelaciones antiguas siendo la más famosa la omisión de la constelación mayor de Ptolomeo, Argo Navis (el barco de los argonautas), y su sustitución por tres constelaciones que representan la quilla (Carina) , la popa (Puppis) y las velas (Vela) del bajel en cuestión, además de la brújula (Pyxis) inventada por La Caille.

La lista que utilizamos en la actualidad es la adoptada por la Unión Astronómica Internacional en 1928 para unificar criterios y evitar confusiones. Lo primero que se hizo fue definir el término constelación: cada una de las 88 regiones en las cuales fue dividido el firmamento entero; cada área del firmamento pertenece a una y sólo una de estas regiones. Este sistema de división se asemeja a las fronteras de los países aquí, en nuestro planeta.

Después se procedió a delimitar con precisión estas regiones.  Lo que se hizo fue seguir las líneas de las constelaciones de tal forma que las nuevas regiones estuvieran en consonancia con las antiguas constelaciones. Aún así, unas pocas estrellas que inicialmente se pensó que formaban parte de una constelación acabaron en otra nueva: por ejemplo, una de las cuatro estrellas del cuadrado de Pegasus pertenece ahora de modo oficial a Andrómeda (aunque claro, Andrómeda la percibimos como una de las patas del Pegaso así que todo queda en casa). En conjunto, la división de la UAI aportó una gran simplificación y una herramienta eficaz para el posicionamiento y localización de cualquier objeto en el espacio.

Las líneas que dividen las constelaciones fueron trazadas siguiendo las líneas de ascensión recta y declinación de las constelaciones originarias correspondientes al año 1875,0. (Los astrónomos usan decimales para indicar partes del año; 1875,0 implica el principio del año 1875.) Pero debido a la precesión (el corrimiento de la dirección del eje de la Tierra entre las estrellas), las líneas entre constelaciones también han experimentado un ligero desplazamiento, como podemos observar en cartas celestes actuales, en las cuales las constelaciones ya no están alineadas perfectamente con las regiones correspondientes.

La precesión ha hecho cambiar asimismo las fechas en que el Sol parece recorrer cada una de las constelaciones del zodíaco, por lo cual el Sol no está situado en el signo que viene en los horóscopos de los periódicos (en los demás horóscopos, tampoco). En realidad, el Sol realiza el recorrido de 13 constelaciones, no de 12, en el curso de un año. Además, hay otras muchas constelaciones que están totalmente o en parte incluidas en el zodíaco (si por zodíaco se entiende la región comprendida dentro de los 8 de la eclíptica: la banda en la cual encontramos viajando a los ocho primeros planetas), como es el caso de Ofiuco, que está pisando al escorpión.

Y después de la Historia pasemos a las historias, relatos asociados a las distintas constelaciones y que además de hacer más amena la observación nos suelen servir como referencia para poder encontrarlas en el cielo.

Dedicaremos el primer capítulo de la presente serie (me encantan las series, tendría que dedicarme a guionista de culebrones) a las que son sin duda las constelaciones más famosas: las constelaciones del zodíaco tradicional, alistadas en el orden en que aparecen en el cielo: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.

Fuentes: http://www.astrocantabria.org/?q=historias-constelaciones-1y2

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