El ateísmo (atheós, en griego, sin dios) es la
negación de la existencia de Dios, o bien, negar que podamos conocer su
existencia. Pero también se aplica a aquellos que creen que la idea
misma de Dios no tiene sentido alguno, al tratarse de un concepto
incoherente. Generalmente, por lo tanto, cualquier sistema filosófico
que se substente en el materialismo o en alguna derivación de él será
ateo, dado que afirman que todo lo que forma y es el mundo es materia o
puede, de alguna forma, restringirse a ella.
Así, ya los atomistas
como Demócrito aceptaban el ateísmo, si bien puede que no fuera él el
primero en abrazar la inexistencia de Dios. Tal vez se le adelantó un sofista, el tirano ateniense Critias
(453-403 antes de Cristo), noble pariente de Platón y discípulo de
Sócrates (quien le obligaría a abandonar su clase tras descubrir que
trataba de 'empalmarse' a otro jovenzuelo de la escuela...). De hecho,
una de las particularidades de los sofistas fue su agnosticismo en
relación a Dios; en su obra "Sobre los dioses" Protagoras, como se vio en su momento, afirmó: "de
los dioses no puedo saber si existen, ni qué forma tienen. En efecto,
son muchas las dificultades que obstaculizan tal conocimiento, como la
imposibilidad de recurrir a la experiencia sensible, y la brevedad de la
vida".
Critias fue uno de los Treinta Tiranos. Malvado y perverso, aristócrata cruel, se erigió en enemigo de la democracia ateniense,
a cuya destrucción y desaparición contribuyó generosamente. Apenas se
le puede considerar como filósofo, y muchos de sus rasgos sofistas están
lejos de los de Protágoras o Gorgias; sin embargo, se conserva un texto de su obra satírica Sísifo (Critias solía escribir poesía, comedias, etc.), en la que trata el tema de los dioses.
Critias pensaba que, tras su etapa salvaje, la civilización de la humanidad había traído consigo la
inteligente y sabia invención, por parte de alguien, de los dioses.
Invención útil, aunque falsa, porque éstos permiten, mucho mejor que las
leyes, sancionar la conciencia de los hombres malvados. Si únicamente
existieran las leyes, el humán podría muy bien incumplirlas cuando las
circunstancias le fueran favorables, lo cual podría llevar a un caos
ingobernable en la ciudad; la justicia, pues, no asegura el orden y la
estabilidad por sí sola.
Una consecuencia de esto es que los
dioses castigan a los malhechores, pero como sucedía (tanto entonces
como ahora) habitualmente, no todos los delincuentes, ladrones, etc.
terminaban por ser castigados, pese a que la literatura griega
insistiera en que Zeus siempre imponía, aunque fuese tarde, la justicia
divina. Algunos, no obstante, no estaban tan seguros de ello, lo que les
hizo derivar hacia agnosticismos radicales que después desembocarían en
un agudo ateísmo. Uno de ellos fue Diágoras de Melos (¿465-410? antes de Cristo), probablemente discípulo de Demócrito y conocido como el Ateo.
Diágoras,
del que poco sabemos (unos dicen que más que ateo era impío, y otros
sostienen que fue un "pionero del pensamiento progresista"...),
experimentó en carnes propias la prosperidad de las injusticias: parece
ser que un tipo al que él conocía le plagió algunos de sus poemas (pues
ambos eran poetas, entre otras cosas) y nunca quiso reconocerlo, y que
tampoco le devolvió un depósito que Diágoras le había confiado tiempo
atrás. Además, vio como éste mismo sujeto salía inocente de un juicio
sin recibir ningun castigo después de haber cometido perjurio al jurar
sobre los dioses ser inocente. Observando que a su alrededor la maldad
quedaba sin castigo, y suponiendo que Dios (o los dioses, recordemos el
politeísmo de la cultura griega antigua) era omnisciente y amaba la
justicia, Diágoras se preguntaba: "Si la inmoralidad puede permanecer
impune, ¿para qué creer en dioses que velan la virtud humana?".
Porque
si Dios observa todo el mal que reina en el mundo, toda injusticia y
tiene, por su omnipotencia, la capacidad de actuar para atajarlo -o
sancionarlo- y, en cambio, lo deja sin castigo, entonces cabe concluir
que realmente no hay Dios alguno (¿qué buen dios permitiría que
floreciesen los injustos?). Esta cuestión constituye el problema del mal, que tan ocupados mantuvo a los escolásticos en la Edad Media.
Fuente: http://apuntesdefilosofa.blogspot.com.es/2008/04/el-nacimiento-del-atesmo-en-grecia.html
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