lunes, 3 de diciembre de 2018

Descartes, La duda sobre los sentidos

La duda sobre los sentidos. Proposiciones mentales

Como buen racionalista, Descartes se esfuerza por no entrar en comercio con los sentidos, engañoso ámbito que nos suele tender numerosas trampas. Al comenzar aquí su proceso de duda metódica, Descartes toma una posición clara y determinante en lo que será su sistema filosófico: si niega su confianza a la información sensorial, a lo empírico, el desarrollo de su filosofía positiva estará condicionado por ello, y acabará obligado a separarse radicalmente del camino metodológico de la nueva ciencia que el pretende fundamentar, cuyos trazos acabarán siendo marcados más bien por Bacon, Galileo y Newton.

De una proposición mental como “veo un árbol” no puedo dudar; puedo dudar de que esa información que me llega sea veraz (“si me acerco, descubro que me he confundido, y no era un árbol sino tres”) (nivel 1);
pero también puedo dudar de que haya una correspondencia entre el árbol que yo veo y la realidad de un mundo exterior objetivo, es decir, que las proposiciones mentales sean solo respuesta a estados mentales (subjetivismo) sin que pueda justificarse una conexión con un posible mundo objetivo (nivel 2).



En el primer nivel tenemos la duda cartesiana sobre la capacidad operativa de los sentidos, esto es, la posibilidad de llevar al error por inoperancia. Puedo equivocarme al mirar un objeto e identificarlo erróneamente. Este asunto se soluciona en el empirismo de Bacon mediante un adecuado control de la experimentación, ya que el empirismo también es consciente de la posibilidad de errores de percepción. Pero la desconfianza de Descares hacia la percepción es mucho mayor, y elude pararse en este estadio.

Según Descartes, de la experiencia no es posible obtener evidencia alguna; la torre que, desde lejos nos pareció redonda, al acercarnos a ella resulta ser cuadrada. Los sentidos no son infalibles hasta el punto de engañarnos en nuestras consideraciones sobre el mundo. El control de la experimentación, y otros mecanismos de verificación, por precisos que sean, no nos proporcionan evidencias, ni sirven como criterios de verdad.

Este es un punto de partida basado en las propias convicciones de Descartes: el conocimiento humano no puede proceder de los sentidos, sino de la razón. Los empiristas son incapaces de considerar nada sin antes imaginarlo, mientras que todo aquello que es inimaginable (sin correspondencia con algún dato de los sentidos) es para ello ininteligible. Pero Descartes opone la fuerza de los conceptos racionales, genuinamente inteligibles.

La hipótesis de la locura

Antes de pasar de la duda de los sentido a la hipótesis del sueño, hay un breve fragmento en las Meditaciones que ha dado lugar a una aguda polémica entre Foucault y Derrida, y ha abierto diversos interrogantes sobre el sentido del texto dentro del proceso de la duda metódica. Es, por tanto, un texto polémico dentro de un tema polémico (para un desarrollo en detalle de esta cuestión, véase este enlace).

Descartes acaba de considerar la posibilidad del engaño de los sentidos a causa de su debilidad, es decir, que la duda se mueve hasta ahora en un nivel psicológico, sensorial: basta acercarse al objeto que parece una cosa para comprobar si lo es o no; parece que estas medidas correctoras permitirán verificar una percepción no siempre no siempre eficaz. Pero a partir de aquí se dispone a poner en duda los contenidos de los sentidos en el plano ontológico, es decir, si la información sensorial se corresponde de alguna manera con un mundo exterior, esto es, que desde el plano psicológico, meramente subjetivo, podemos alcanzar con seguridad un conocimiento objetivo de un mundo material situado fuera de nosotros, sujetos perceptores.

Es en este punto donde se sitúa tan polémico pasaje, como preliminar del argumento del sueño y sin duda con algunos paralelismo con éste (Meditaciones I). En este pasaje se sitúa la hipótesis de la posibilidad de la locura del sujeto pensante. Se la nombra para después excluirla (sostiene Foucault), cuando bien podría haber servido de base para una profundización de la duda metódica por ese camino, dado que después Descartes recupera la locura como componente de la tesis del genio maligno (sostiene Derrida).

Al menos en la letra, Descartes menciona la posibilidad de la locura pero la descarta: los locos creen tener el cuerpo de vidrio, o incluso no tener cuerpo (es decir, no sólo duda de los sentidos, sino incluso un primer paso hacia la duda sobre la correspondencia entre los datos de los sentido y una realidad exterior objetiva), pero “no menos extravagante fuera yo si me rigiera por sus ejemplos” (Meditaciones I), de donde pasará directamente a la tesis del sueño, aunque un poco más adelante vuelve a plantear la extravagancia de la imaginación como causa principal de la extravagancia de algunos de nuestro sueños, lo que equivale a cierto paralelismo entre locura y sueño, a efectos de duda.

La cuestión es si la hipótesis de la locura es un momento más de la duda metódica, un momento no acabado de pulir que debe ser recuperado en la tesis del genio maligno, aunque Descartes nunca explicite tal recuperación en ningún momento más del proceso. La letra parece dar la razón a Foucault, pero la interpretación de Derrida sugiere todo lo contrario. Ante estas dos versiones del texto cartesiano podemos pensar que, o bien el texto cojea porque Descartes no clarifica su posición, y usa los términos antes citados como recurso explicativo _y es la idea de Derrida_, o bien Descartes tiene razones para excluir la posibilidad de la locura como parte del la duda del cogito _es lo que sostiene Foucault.

Parece indudable que hay una relación entre la cordura y el hecho de plantearse la posibilidad de la locura. A un loco se le reconoce por el hecho sintomático de no ser totalmente consciente de su propio estado mental. De este modo, puede que Descartes haya descartado su propia locura por el mero hecho de habérsela planteado como posible, de haberse planteado a sí mismo la posibilidad de perder el buen juicio (al contrario que Don Quijote).

El loco no duda de su juicio, y sitúa sus desvaríos en la realidad misma; Descartes está desplegando numerosas posibilidades de cuestionar el funcionamiento de los mecanismos de conexión entre el sujeto y el mundo. Parece admitir, pues, que el acto de la duda sea en sí mismo un acto de afirmación de la cordura suficiente y necesaria para seguir avanzando por ese camino. Y por eso se permite pasar directamente al argumento del sueño, que como hipótesis es mucho más potente que la locura (aunque Foucault y Derrida también discrepan en este sentido).

Fuentes:
Artículo: "DESCARTES Y LA DUDA (actualización)" Publicado en http://phylosophyforlife.blogspot.com por Josep Pradas el 2 de novembre de 2014
URL: http://phylosophyforlife.blogspot.com/2014/11/descartes-y-la-duda-actualizacion.html

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