martes, 4 de diciembre de 2018

La duda sobre la razón (Descartes)

La duda sobre la razón. Argumento del genio maligno

Antecedentes. La cuestión del genio maligno puede tener origen en una polémica escolástica en torno al conocido dogma sobre la omnipotencia divina y el supuesto de que Dios no tiene que ser fiel a sus propias leyes y puede cambiarlas conforme a sus deseos, incluso en lo que se refiere a las leyes dictadas a los hombres (las famosas Tablas entregadas a Moisés).

Esta aporía dio lugar a tres tipos de respuestas:

  •  Tomás de Aquino, que trata de confundir la divinidad con la ley, de modo que en definitiva, Dios no podría tocar uno solo de sus mandamientos sin modificarse a sí mismo, cosa que no podría hacer puesto que ya es perfecto.
  •   Duns Escoto considera que esto sólo es cierto para las leyes de la primera tabla, mientras que las de la segunda (no matar, fornicar o hurtar) podrían ser cambiadas.
  •   Guillermo de Ockham excluye a Dios de casi toda sujeción a la ley, excepto en que no puede odiarse a sí mismo, pues tal cosa implicaría su autodestrucción. En consecuencia, el Dios de Ockham posee una infinita potencia arbitraria, como el dios engañador o genio maligno que presenta Descartes, frente a las limitaciones (¿imperfecciones?) que posee el Dios verdadero (todopoderoso, pero incapaz de engañarme).



En el punto en que se halla Descartes al desarrollar la duda metódica sobre las apariencias y la base empírica del conocimientos, todavía quedan fuera del alcance de la duda aquellas proposiciones que no son fruto de la experiencia, sino de origen racional. Ya se ha visto que las proposiciones referentes a estados mentales quedan fuera de la duda, aunque carecen de fuerza ontológica por sí, faltas de un referente más allá de lo mental. “Veo un árbol” es cierto en tanto que describe lo que sucede en mi percepción, en mi mente. Hace falta, por ello, incidir en la duda dentro de este terreno de las proposiciones no experienciales.

La certeza racional. En el terreno de los estados mentales, Descartes afirma que hay algunas proposiciones simples y universales que aún no ha tenido en cuenta: la extensión de la materia, la magnitud de los cuerpos, todo aquello que depende de la matemática y la geometría, aunque no de la observación. Y constata que estas ciencias contienen algo cierto e indudable en sí mismo, puesto que desarrollan proposiciones y cadenas de proposiciones siguiendo un proceso deductivo. ¿Se puede dudar de estas ideas?

Descartes es matemático y no se le escapa que las ciencias exactas no contienen errores ni pueden contenerlos (Meditaciones I). Pero, ¿es posible dudar razonablemente de estas proposiciones? Los juicios matemáticos son independientes de la experiencia, son fruto de la razón humana, son proposiciones cerradas que se explican en sí mismas y según reglas que determinan su composición. La proposición “los triángulos tienen tres lados” es cierta aunque no podamos referirla a un objeto del mundo de los sentidos. Se trata de una certeza racional, que no se verifica afuera, sino dentro del ámbito de la propia razón, es la razón quien asiente ante la verdad o la falsedad de alguna de estas proposiciones.

A todo esto, Descartes considera que, si bien la proposiciones matemáticas son semejantes a las mentales (“Veo un árbol”), se hallan muy protegidas de la posibilidad de error porque carecen de relación necesaria con el mundo físico, supuestamente objetivo. Si veo un triángulo es que, efectivamente, hay en mi mente un triángulo, mi razón lo evoca de forma independiente de toda referencia experiencia. Por eso tales proposiciones gozan del privilegio de la certeza inmediata, “pues duerma yo o esté despierto, siempre dos y tres suman cinco, y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados” (Meditaciones I).

La duda sobre la razón. ¿Es posible, pues, dada la naturaleza de los juicios matemáticos, dudar de su certeza? Descartes dice que sí, si suponemos que algo en nuestra razón puede ser manipulado para que funcione mal. Algo de fuera, ya ha descartado la locura; pero las consecuencias de su acción son semejantes a la posibilidad de la locura, de la falta de control sobre el funcionamiento correcto de nuestro pensamiento. Es la tesis del genio maligno o el dios engañador.

Descartes dice que las proposiciones matemáticas nos parecen ciertas por cuanto que la razón las ha construido por sí sola, según una lógica ajena a la experiencia. Pero si la estructura de la razón fuese constantemente manipulada por un supuesto genio maligno, ya no podríamos confiar en la evidencia racional, y como Descartes ha iniciado un proceso de duda cuyo límite está en lo posible, tal posibilidad está ahí planteada y debe asumirse, cabe la posibilidad de que la razón no funcione debidamente por algún motivo que no podemos controlar desde dentro de la razón. Parece poco probable que exista tal genio, pero mientras sea una posibilidad no podemos confiar en nuestra propia razón.

Se pone en duda, pues, la correspondencia entre la razón y la evidencia que conduce a la certeza. Es más, mi razón puede andar equivocada por la acción de ese dios que me hace confiar también en la objetividad de mis representaciones (esa tendencia humana a relacionar los datos de los sentidos con un supuesto mundo físico también podría ser fruto de un engaño), además de engañarme sobre la evidencia de mis propios razonamientos lógico-matemáticos (Meditaciones I). Se trata, pues, de un estado de duda que se puede generalizar a todos los aspectos del pensamiento humano, lo que Derrida denomina hipérbole, un punto de máxima tensión, en el que todo está cuestionado y todo puede pensarse.

El alcance de esta formulación es tal que va más allá de consideraciones sobre la naturaleza sintética o analítica de la matemática, en las que Descartes no repara, y su relación con el lenguaje humano. El alcance de la hipótesis del genio consiste, en definitiva, en la posibilidad de que mi saber, todo mi saber evidencias matemáticas incluidas, sea incierto. Nada de cuanto percibo, imagino o entiendo tiene carácter de absolutamente fiable, puedo dudar de todo.

Sin embargo, Descartes no parece apreciar el verdadero alcance de esta duda hiperbólica, considerándola como mera metafísica. Pero al haber puesto en cuestión el funcionamiento de la razón ha puesto en duda también el criterio de verdad basado en la evidencia racional. De hecho, ha abierto sin saberlo la caja de Pandora para el pensamiento moderno.


Fuentes:
Artículo: "DESCARTES Y LA DUDA (actualización)" Publicado en http://phylosophyforlife.blogspot.com por Josep Pradas el 2 de novembre de 2014
URL: http://phylosophyforlife.blogspot.com/2014/11/descartes-y-la-duda-actualizacion.html

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