miércoles, 5 de diciembre de 2018

LA DUDA METÓDICA (Descartes)

LA DUDA METÓDICA 

Para Descartes, la tarea de la filosofía consiste, sobre todo, en descubrir la verdad. Y esa verdad consiste en una proposición que sea indudable y absolutamente evidente. De este modo, hace de la duda su método, la duda metódica mediante la cual irá despejando dudas sobre el conocimiento, hasta hallar aquello sobre lo que no sea posible dudar. El propósito es dudar de todo aquello que no sea absolutamente evidente. Se trata de barrer todo lo que no sea seguro, hacer limpieza y poder reconstruir un nuevo edificio sobre los escombros del anterior, sobre bases más firmes y sólidas, dado que ha puesto a prueba su resistencia a la duda.

El punto de partida es sospechar de la verdad de todo cuanto se presente como información sobre el mundo, para deshacerse así de las creencias infundadas, pero para ir también más allá con la intención de no dejar nada en pié hasta alcanzar alguna idea clara y evidente por sí misma.

Como él mismo cuenta, estudia en los libros antiguos y clásicos, busca dentro de los que forma parte del amasijo cultural de su época algún vestigio de evidencia, alguna verdad en la que apoyarse, pero no halla nada que pueda sustentarse por sí mismo.



A pesar de entrar así en la corriente del escepticismo habitual en su época (Montaigne, La Motte le Vayeur), no cabe decir de Descartes que pueda ser considerado un escéptico en toda regla, precisamente porque su escepticismo sólo es una vía de acceso a la verdad, a la cual nunca renuncia.

La duda es método, se constituye como un paso previo para lograr el conocimiento y un perfecto método para evitar errores y prejuicios. Para ello, el método de la duda se constituye como un escepticismo radical, la duda hasta el límite de lo posible, comenzando por todo lo que forma parte de las creencias habituales, excluyendo del campo de la verdad aquello que ofrezca el menor flanco a la duda. El criterio cartesiano de la duda metódica es precisamente que todo aquello que albergue un resquicio de duda acabe condenado a la duda absoluta. Primero toma casi por falso lo probable, para luego repudiarlo como absolutamente falso, para obtener al menos la certeza de que no existe la certeza absoluta (aunque sea ésta la que Descartes busca afanosamente). “Para seleccionar algunas manzanas buenas en un cesto dudoso, es preciso vaciar todo el cesto”, “del mismo modo que para enderezar un bastón torcido, le se retuerce en sentido contrario.”

Descartes propone la duda, pues, para encontrar, al final del camino, algo que sea indudable, una verdad evidente por sí misma; sobre todo, una verdad sobre el mundo que posea la evidencia y la claridad de las verdades matemáticas. Esta maniobra, este volcar el cesto de las manzanas, como si todas fueran podridas, para ver si alguna puede salvarse, tiene consecuencias de cara a la realización posterior de la filosofía cartesiana, es decir, en su fase reconstructiva de ese mundo que ha echado por los suelos. Estas consecuencias pueden sintetizarse de esta manera:


  • Coloca los problemas del conocimiento en el centro de su reflexión sobre el mundo.
  • Establece que las cuestiones epistemológicas no son homologables a la psicológicas (en tanto que puedo dudar de mis propias proposiciones mentales).
  • Separa las creencias filosóficas de las ordinarias, poniendo en duda la vigencia de elementos que pueden entrometerse en el desarrollo lógico del pensamiento (crítica similar contra los prejuicios o ídolos en Bacon). En este sentido se entiende la desconfianza cartesiana hacia los principios de la filosofía tradicional, pero no desea dedicarse a demostrar que todas sus antiguas opiniones son falsas (tarea ingente), sino que opta por la vía rápida de considerarlas falsas mediante una duda generalizada justificada en la propia crisis de la filosofía tradicional vigente en su época.


En este sentido, la duda es un método que nos libra “de toda suerte de prejuicios y nos prepara un camino muy fácil para acostumbrar nuestro espíritu a desligarse de los sentidos; por último, es causa de que no sea posible que luego dudemos nunca de las cosas que descubramos que son verdaderas” (Meditaciones, Resumen). Descartes duda para luego obtener un conocimiento cierto; es un cortar por lo sano para hallar los límites de la verdad, buscando lo que puede no ser verdad.

Los grados de la duda metódica

La duda metódica es un proceso que avanza en profundidad, alcanzando diferentes niveles o grados de profundidad en el cuestionamiento de las ideas que tenemos sobre el mundo. Desde lo superficial a lo más profundo (aquello que compromete profundamente nuestra seguridad sobre nuestras ideas acerca del mundo), hemos de considerar los siguientes niveles:


  1. Nivel 1. Duda sobre los datos de los sentidos en el terreno puramente psicológico (percepción): puedo dudar de la forma en que se me presenta un objeto, visto de lejos, por ejemplo. Descartes se refiere, pues, a la debilidad de los sentidos para proporcionarnos información veraz sobre el mundo. La desconfianza hacia los sentidos, en este nivel, ya señala diferencias respecto de la filosofía empirista (este nivel se desarrolla en Meditaciones I).
  2. Nivel 2. Duda sobre los datos de los sentidos en el ámbito ontológico, o sea, sobre la correspondencia entre lo psicológico y lo pretendidamente real. Es la duda sobre el sentido de la realidad, a través del argumento del sueño (Meditaciones I). El argumento del sueño puede exponerse de esta manera: aquello que yo creo que es el mundo, podría ser sólo un sueño; todo aquello que entra por mis sentidos también puede reproducirse sin mis sentidos, en mis sueños, por lo que todo podría ser un sueño de mi mente, un estado mental mío del que no puedo salir porque no puedo encontrar la puerta; yo podría estar encerrado en mi propio sueño, y el mundo que yo creo externo es en realidad interno, un estado mental mío, un contenido de mi conciencia. Mi propio cuerpo podría no existir y ser también un estado de mi conciencia; siento hambre y sed, pero sólo son sensaciones de mi mente. Entonces, si el mundo podría estar dentro de mi mente, ¿sólo queda mi mente? (solipsismo).
  3. Nivel 3. Duda sobre la evidencia racional y sobre las proposiciones lógicas. Es la duda sobre la fiabilidad racional y argumentativa; Descartes plantea aquí la posibilidad de un defecto estructural de nuestra cognición. Incluye el argumento del genio maligno (Meditaciones I). Mi mente puede hacer reflexiones que parecen indudables: un razonamiento deductivo, una operación matemática, un análisis geométrico. Como estos razonamientos no se refieren al mundo, me es igual hacerlos despierto que dormido: aunque esté soñando, 2+2=4 siempre. En realidad, dice Descartes, no puedo estar seguro; si un genio maligno me engañase cada vez que creo estar en lo cierto, mi capacidad de operar racionalmente no sería fiable. Creo estar en lo cierto, pero tal certeza no deja de ser una sensación o sentimiento que tengo, y por ello es falible. Hay discusiones acerca de la importancia del argumento del genio en la formulación de este tercer nivel de la duda cartesiana. La duda sobre las evidencias racionales no se reduce a este argumento, sino que se basa en la consideración de la razón humana como falible y contingente, en la sospecha de que la falibilidad sea constitutiva de  lo humano (hay referencias en Meditaciones II).


Fuentes:
Artículo: "DESCARTES Y LA DUDA (actualización)" Publicado en http://phylosophyforlife.blogspot.com por Josep Pradas el 2 de novembre de 2014
URL: http://phylosophyforlife.blogspot.com/2014/11/descartes-y-la-duda-actualizacion.html

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