lunes, 3 de diciembre de 2018

La duda de Descartes.Argumento del sueño.

La duda sobre la correspondencia de los sentidos con lo real. Argumento del sueño.

El argumento del sueño es la más alta expresión de la duda sobre el mundo sensorial, dado que pone en cuestión el rango ontológico de la experiencia. La duda de los sentidos es, desde luego, un ataque contra la línea empirista de la nueva ciencia que está fraguándose en estos momentos sobre la base de presupuestos metafísicos diferentes. La duda de los sentidos conduce a invalidar todas las proposiciones empíricas y experimentales, nos conduce incluso a la duda sobre la existencia de nuestro propio cuerpo y del mundo exterior en su totalidad. Toda la información de los sentidos se reduce a proposiciones mentales, a estados de la mente: “veo una manzana”, “siento su sabor dulce”. A partir de este estadio del proceso de duda, Descartes se sitúa en lo que se puede llamar solipsismo provisional, punto de partida de su reflexión no escéptica, de su reflexión constructiva.



El argumento se desarrolla en este sentido: cuando soñamos no sentimos duda alguna sobre la verdad de lo que soñamos, es decir, sobre lo que en ese estado constituyen los datos de los sentidos, lo que percibimos. Todo ello nos parece real en el momento del sueño. Y cuando despertamos, entendemos que lo que antes creíamos real, no lo es. Y estamos seguros de que estamos despiertos, y de que los datos de los sentidos ahora sí se corresponden con la realidad. Pensamos que no soñamos pero, ¿cómo podemos estar realmente seguros de haber despertado de un sueño? La experiencia de los demás, que nos puede inducir a pensar que estamos despiertos, no es garantía, pues podría formar parte del mismo sueño, y lo mismo ocurre si nos pellizcamos. Todas nuestras sensaciones son siempre tan reales tanto en la vigilia como en el sueño, de modo que, concluye Descartes, no hay indicios ciertos para distinguir el uno de la otra (Meditaciones I).

Descartes se encuentra, a estas alturas, sólo en el mundo, encerrado en su mente, puesto que todo lo que percibe ocurre en su mente (de ese estadio no pasará Berkeley, idealismo subjetivista, esse est percipi). Ahora que ya no puede confiar en una correspondencia entre los estados mentales y un mundo exterior, el problema de la separación de sustancias ya esta en marcha, porque toda la información de los sentidos se produce en la mente. El alcance de la reflexión escéptica de Descartes en torno a la falibilidad de los sentidos se sustenta en la convicción cartesiana de que la información de los sentidos ha sido fundamental en la concepción tradicional del conocimiento (Meditaciones I). Más claramente: el conocimiento se asienta sobre la convicción humana (tendencia a admitir sin más duda, como una verdad evidente) de que hay una correspondencia entre los datos de los sentidos (subjetivos) y la realidad de un mundo supuestamente exterior a nuestra mente (objetivo). Descartes abre la posibilidad de que semejante convicción, semejante confianza, sea una quimera. Esta convicción responde a una tendencia de la naturaleza humana, que privilegia la percepción como fuente de verdades.

La base de la duda cartesiana sobre los datos de los sentidos es psicológica, esto es, es una duda sobre la potencia ontológica de las proposiciones psicológicas, en tanto que las primeras no pueden deducirse de las segundas. Un determinado estado mental no justifica que haya una conexión con un supuesto mundo externo a mi mente.

Para Descartes, de las proposiciones mentales no se puede dudar en sentido psicológico:
·        “Veo un árbol”
·        “Me encuentro mal”
·        “Creo que Isabel me ama”

Son proposiciones que constituyen verdades psicológicas, siempre que el sujeto exprese sus estados mentales con sinceridad. Sobre estas proposiciones de orden mental, Descartes no puede aplicar la duda radical, no se puede dudar de que se ve, se siente, se cree, etc., alguna cosa, pues todas estas proposiciones no salen del marco mental en el que nos movemos. Pero, a la vez, las proposiciones mentales ponen en cuestión la correspondencia entre lo psicológico y lo supuestamente real. Siempre cabe la posibilidad de que la información sensorial sea un contenido mental subjetivo, sin referencia alguna a lo externo. Lo que creemos real, material y objetivo, puede ser un puro contenido mental, que lo objetivo sea subjetivo y que la tendencia del sentido común se halle totalmente equivocada.

La duda de los sentidos se extiende sobre esas proposiciones si su sentido va más allá del psicológico para alcanzar el ontológico, es decir, cuando de la proposición “veo un árbol” se infiere pretendidamente que “ahí hay un árbol”. Estas proposiciones no son deducibles de las primeras porque, aunque ambas se relacionan, están situadas en planos diferentes. No hay ninguna razón para pensar en la realidad externa del mundo, podemos dudar justificadamente de su existencia.

Hay que considerar que el argumento del sueño tiene un alcance máximo en la posibilidad de duda sobre la información de los sentidos: desde el momento en que admito que toda percepción puede constituir un sueño, me veo obligado no sólo a dejar de afirmar que lo que se halla ante mí es verdadero fuego sin o también a dejar de afirmar que verdadero y fuego son nociones compatibles, esto es, que esas síntesis perceptivas que creemos reales pueden ser perfectas quimeras de nuestra imaginación.

El argumento del sueño fue muy discutido desde el primer momento en que se difundió, pero nunca con éxito; solamente el sentido común nos hace pensar en su falsedad, pero el sentido común no puede contra todo el peso de la lógica, que muestra a la vez la fuerza y la debilidad de la razón humana. Es evidente que el mundo existe, pero la razón, por sí sola no puede probarlo. Por eso el argumento del sueño constituye uno de los callejones sin salida de la duda metódica. Y por eso Descartes necesitará a Dios para salir de él.

Al final de las Meditaciones, cuando ya ha establecido a Dios como garantía de certeza, de que hay un mundo exterior a mí que funciona con independencia de mi mente, cae en la cuenta de un argumento que puede oponerse al del sueño: los sueños no tienen la misma continuidad que la memoria de los sucesos acaecidos durante la vigilia (Med. VI, pág. 182). Es lo mismo que le ocurre al gato de Russell en Los problemas de la filosofía.

El argumento del sueño posee antecedentes filosóficos, no es original de Descartes, sino que pertenece a la tradición escéptica.

Fuentes:
Artículo: "DESCARTES Y LA DUDA (actualización)" Publicado en http://phylosophyforlife.blogspot.com por Josep Pradas el 2 de novembre de 2014
URL: http://phylosophyforlife.blogspot.com/2014/11/descartes-y-la-duda-actualizacion.html

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