jueves, 13 de septiembre de 2012

Antístenes de Atenas

  Antístenes, hijo de Antístenes, fue ateniense. Objetábanle, como en desprecio, que era oriundo de otras regiones, a que respondió: «También la madre de los dioses es de Frigia». Parece que su madre fue de Tracia; así, habiendo peleado valerosamente en la guerra de Tanagra, hizo decir a Sócrates «que de dos atenienses no hubiera nacido tan esforzado». Igualmente el mismo Antístenes, a los atenienses que se jactaban de ser indígenas, los humilló diciendo «que en esto no eran de mejor condición que los caracoles y los saltones». Al principio fue discípulo del orador Gorgias, por cuya razón en sus diálogos manifiesta estilo retórico, singularmente en el titulado La verdad y en los Exhortatorios. Hermipo dice que tenía resuelto en los juegos ístmicos vituperar y alabar a los atenienses, tebanos y lacedemonios, pero que después lo omitió, viendo eran muchos los concurrentes de estas ciudades. Después fue discípulo de Sócrates, y aprovechó tanto en él, que exhortó a sus discípulos se hiciesen sus condiscípulos en la escuela de Sócrates. Habitaba en El Pireo y andaba cada día los 40 estadios (346) para oír a Sócrates, del cual aprendió a ser paciente y sufrido, imitó su serenidad de ánimo, y así fue el fundador de la secta cínica.

Que el trabajo es bueno, lo confirmaba con el ejemplo de Hércules el Grande y de Ciro, trayendo aquél de los griegos y éste de los bárbaros. Fue el primero que definió la oración, diciendo: «La oración es una exposición de lo que era o es». Decía a menudo: «Primero maniático que voluptuoso». Y asimismo: «Conviene tratar con aquellas mujeres que correspondan agradecidas». A cierto joven que, habiendo de ir a su escuela, le preguntó de qué necesitaba, le respondió: «De un cartapacio nuevo, de una pluma nueva y de una tablita nueva» (347), manifestando por ello que necesitaba de juicio. A uno que le preguntaba de qué calidad debía ser la mujer con quien se casaría, le dijo: «Si la recibes hermosa, será común a otros; si fea, te será gravosa.» Habiendo oído en cierta ocasión que Platón decía mal de él, respondió: «De reyes es el oír males habiendo hecho bienes.» Cuando fue iniciado en los misterios órficos, como el sacerdote le dijese que los iniciados en tales misterios eran participantes de muchos bienes en el infierno, respondió: «Pues tú, ¿por qué no te mueres?» Objetándole una vez el que no era hijo de dos libres, respondió: «Ni tampoco de dos palestritas o luchadores, y no obstante, soy palestrita.».

Decía «que la vida unánime y concorde de los hermanos es más fuerte que toda muralla. Que para la vida se deben prevenir aquellas cosas que en un naufragio salgan nadando con el dueño» (348). Afeándole en cierta ocasión el que andaba con los malos, respondió: «También los médicos andan con los enfermos, y no cogen calenturas». Llamaba «cosa absurda quitar el joyo de las mieses, y del ejército los soldados inhábiles, sin arrojar de la república los malos.» Preguntado que había sacado de la filosofía, respondió: «Poder comunicar conmigo mismo.» A uno que en un convite le dijo que cantase, le respondió: «Toca tú la flauta.» A Diógenes, que le pedía una túnica, le dijo «que doblase el manto». Preguntado qué disciplina es la más necesaria, dijo: «Desaprender el mal.» A los que oían se hablaba mal de ellos, los amonestaba «a que lo sufriesen con paciencia aún más que si uno fuese apedreado».
  Motejaba a Platón de fastuoso; y en cierta pompa pública, viendo relinchar a un caballo, le dijo: «Paréceme que tú hubieras sido un bellísimo caballo.» Dijo esto porque Platón alababa mucho cierto caballo.

 Sus opiniones o dogmas son: «Que la virtud se puede adquirir con el estudio. Que lo mismo es ser virtuoso que noble. Que la virtud basta para la felicidad, no necesitando de nada más que de la fortaleza de Sócrates. Que la virtud es acerca de las operaciones, y no necesita de muchas palabras ni de las disciplinas. Que el sabio se basta él mismo a sí mismo. Que todas las cosas propias son también ajenas. Que la falta de celebridad es un bien, e igual al trabajo. Que el sabio no ha de vivir según las leyes puestas, sino según la virtud. Que se ha de casar por motivo de procrear hijos y con mujeres hermosísimas (352). Que ha de amar, pues sólo el sabio sabe la que debe ser amada.» Diocles le atribuye también lo siguiente: «Para el sabio ninguna cosa hay peregrina, ninguna extraña. El bueno es digno de ser amado; y el virtuoso bueno para ser amigo (353). Deben en la guerra buscarse aliados que sean animosos, y al mismo tiempo justos. La virtud es un arma que no puede quitarse. Más útil es pelear con pocos buenos contra muchos malos, que con muchos malos contra pocos buenos. Conviene precaverse de los enemigos, pues son los primeros en notar nuestros pecados. En más se ha de tener un justo que un pariente. La virtud del hombre y la de la mujer es la misma. Lo bueno es lo hermoso; lo malo torpe. Ten por extraño todo lo malo.
El muro más fuerte es la prudencia, pues ni puede ser demolido ni entregado. Los muros deben construirse en nuestro inexpugnable raciocinio y consejo». 

Fuente: http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Diogenes-Laercio/Vida-Filosofos-Ilustres-Antistenes.htm

 

 

 

 

 

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