martes, 18 de septiembre de 2012

Calimaco de Cirene

Biografia:
(Cirene, actual Libia, h. 310 a.C.-Alejandría, Egipto, h. 235 a.C.) Poeta y erudito alejandrino. Maestro en Eleusis, Ptolomeo II le encargo ordenar la biblioteca de Alejandría. La gran erudición que demostró en esta labor se hace evidente en las notas que acompañaban la clasificación y ordenación de los autores, un trabajo que ha sido de gran valor para los posteriores estudios bibliográficos y literarios realizados sobre el período clásico.

Calímaco tenía una especial visión de la literatura, lo que le sitúa dentro del Helenismo como uno de sus máximos exponentes. Apreciaba a Homero y llegó a considerarlo como inimitable; sin embargo rechazaba la épica y otros géneros heredados en los que se intentara por extenso y con el lenguaje pretencioso de la alta poesía desarrollar un argumento unitario y orgánico. La escuela de Calímaco era antiaristotélica al rechazar la unidad, la perfección y la extensión defendidas por Aristóteles.

Obras:


De su obra poética se han conservado algunos fragmentos, seis Himnos y 63 epigramas, así como un breve poema épico, Hecale, con el que se reafirmó en su particular concepción de la epopeya, sobre la cual polemizó con Apolonio de Rodas, discípulo suyo. Su obra más conocida es el poema La cabellera de Berenice, que ha llegado a nosotros, sin embargo, no en su versión original, sino a través de una imitación de Catulo.
 Se conservan tan sólo 63 epigramas completos de Calímaco de Cirene. Debo decir que en ese puñado de versos— no llegan a 300—aprendí a vivir y a escribir poesía (que en mí fue un único aprendizaje a dos bandas). Fue Calímaco quien me enseñó a valorar la concreción, la intensidad, el efecto sorpresa, el tono coloquial, la concisión expresiva. Veamos, por ejemplo, el epigrama II de mi colección (Madrid, Gredos, 1980),dedicado a su amigo Heráclito, un poeta: “Alguien me dijo, Heráclito, tu muerte, y me brotaron lágrimas. Recordé cuántas veces vimos juntos la caída del sol en charla interminable. Y he aquí que ahora tú, en alguna parte, no eres más que ceniza. Pero ellos sí, tus ruiseñores viven. Hades, que todo lo arrebata, jamás pondrá su mano sobre ellos.” En esa mínima elegía, Calímaco salvaba del desastre los poemas de su recién fallecido amigo. La “estotra vida tercera” de Manrique ya asomaba la cara enel epigrama calimaqueo.

“Doce años, un niño. Lo ha enterrado Filipo, el padre, aquí, junto con toda su esperanza. Su Nicóteles” (XIX). ¿Cabe mayor emoción lírica por la muerte de un hijo que la que se respira en esta inscripción funeraria? ¿Y qué decir de Cleómbroto, el adolescente que se suicidó para adelantar su encuentro con la inmortalidad, tras haber devorado el Fedón platónico (XXIII)? Quiero transcribir, por último, el epigrama XLIII, que es de una penetración psicológica admirable y nos habla del hecho del amor con una profundidad no exenta de catártica ligereza: “Tenía oculta el huésped una herida. Subían dolorosos suspiros a su pecho mientras bebía su tercera copa y las rosas caían, pétalo a pétalo, todas al suelo desde su guirnalda.”

Fuentes: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/calimaco.htm
             http://es.wikipedia.org/wiki/Cal%C3%ADmaco_%28poeta%29
            http://entrelosclasicos.blogspot.com.es/2011/05/calimaco-de-cirene.html

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