Biografia:
(Cirene, actual Libia, h. 310 a.C.-Alejandría, Egipto, h. 235 a.C.)
Poeta y erudito alejandrino. Maestro en Eleusis, Ptolomeo II le encargo ordenar la biblioteca de Alejandría. La gran erudición que demostró en
esta labor se hace evidente en las notas que acompañaban la
clasificación y ordenación de los autores, un trabajo que ha sido de
gran valor para los posteriores estudios bibliográficos y literarios
realizados sobre el período clásico.
Calímaco tenía una especial visión de la literatura, lo que le sitúa
dentro del Helenismo como uno de sus máximos exponentes. Apreciaba a
Homero y llegó a considerarlo como inimitable; sin embargo rechazaba la
épica y otros géneros heredados en los que se intentara por extenso y
con el lenguaje pretencioso de la alta poesía desarrollar un argumento
unitario y orgánico. La escuela de Calímaco era antiaristotélica al
rechazar la unidad, la perfección y la extensión defendidas por
Aristóteles.
Obras:
De su obra poética se han
conservado algunos fragmentos, seis Himnos y 63 epigramas, así como un
breve poema épico, Hecale, con el que se reafirmó en su particular
concepción de la epopeya, sobre la cual polemizó con Apolonio de Rodas,
discípulo suyo. Su obra más conocida es el poema La cabellera de
Berenice, que ha llegado a nosotros, sin embargo, no en su versión
original, sino a través de una imitación de Catulo.
Se conservan tan sólo 63 epigramas completos de Calímaco de Cirene. Debo
decir que en ese puñado de versos— no llegan a 300—aprendí a vivir y a
escribir poesía (que en mí fue un único aprendizaje a dos bandas). Fue
Calímaco quien me enseñó a valorar la concreción, la intensidad, el
efecto sorpresa, el tono coloquial, la concisión expresiva. Veamos, por
ejemplo, el epigrama II de mi colección (Madrid, Gredos, 1980),dedicado a
su amigo Heráclito, un poeta: “Alguien me dijo, Heráclito, tu muerte, y
me brotaron lágrimas. Recordé cuántas veces vimos juntos la caída del
sol en charla interminable. Y he aquí que ahora tú, en alguna parte, no
eres más que ceniza. Pero ellos sí, tus ruiseñores viven. Hades, que
todo lo arrebata, jamás pondrá su mano sobre ellos.” En esa mínima
elegía, Calímaco salvaba del desastre los poemas de su recién fallecido
amigo. La “estotra vida tercera” de Manrique ya asomaba la cara enel
epigrama calimaqueo.
“Doce años, un niño. Lo ha enterrado Filipo,
el padre, aquí, junto con toda su esperanza. Su Nicóteles” (XIX). ¿Cabe
mayor emoción lírica por la muerte de un hijo que la que se respira en
esta inscripción funeraria? ¿Y qué decir de Cleómbroto, el adolescente
que se suicidó para adelantar su encuentro con la inmortalidad, tras
haber devorado el Fedón platónico (XXIII)? Quiero transcribir, por
último, el epigrama XLIII, que es de una penetración psicológica
admirable y nos habla del hecho del amor con una profundidad no exenta
de catártica ligereza: “Tenía oculta el huésped una herida. Subían
dolorosos suspiros a su pecho mientras bebía su tercera copa y las rosas
caían, pétalo a pétalo, todas al suelo desde su guirnalda.”
Fuentes: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/calimaco.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Cal%C3%ADmaco_%28poeta%29
http://entrelosclasicos.blogspot.com.es/2011/05/calimaco-de-cirene.html
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